Ateísmo militante.
Razones en contra
Por Hilario Wynarczyk. (*)

Ciencia, religión y Estado.
Una vasta producción de literatura de ateísmo militante circula en estos días. Particularmente provocativa es la pieza de Odifreddi, “Por qué no podemos ser cristianos”. Pero otras son igualmente notables: Dupré, “El legado de Darwin”; Onfray, “Tratado de ateología”; Dawkins, “El espejismo de Dios”, “Los enemigos de la razón”; Hitchens, “Dios no es bueno”; Harris, “The end of faith”.
Mientras tanto, los carteles a favor del ateísmo en los medios de transporte público de Londres, y a favor del ateísmo y a favor de Jesucristo en los de Barcelona, Málaga y Madrid, completan el fenómeno, que del campo intelectual pasa a las calles de un modo pintoresco. Además, en España, algunas personas hacen públicas manifestaciones de apostasía. La apostasía pasa a ser un ritual de contra-bautismo.
Un punto básico en las argumentaciones académicas a favor del ateísmo, es el contraste entre la razón científica y la oscuridad de la religión, con lo cual pareciera que todo se redujese a un problema cognitivo. Es cierto que enfrentada a un fenómeno, la ciencia, con su luz, lo describe, enuncia conceptos que lo explican, y verifica la validez de los conceptos en términos por todos aceptados. Esto es una verdad, en un sentido diferente de lo que significa la verdad en el plano ético y religioso.
A partir de la fuerza del método, la ciencia genera un instrumental cuyos usos dependen de la política. De igual modo, la elección personal de carreras científicas depende de cuestiones no científicas. La ciencia no puede brindarle significado y propósito a la existencia, salvo a la de aquellas personas que la asumen como vocación; ni responder a los dilemas éticos de la sexualidad, la bioética o la guerra.
Pero la gente busca perspectivas. Y las encuentra en la fábrica de la religión, las especulaciones filosóficas o las ideologías políticas. Y también en los ejemplos ajenos, los fracasos, triunfos y emociones. Por eso es imposible y no-científico pretender desterrar la religión: porque aporta marcos ideacionales a la existencia, que por sí sola no dice nada al respecto, o dice poco.

En el fondo el discurso ateo pareciera surgir de la indignación: en los discursos religiosos también las mentes criminales, los sistemas autoritarios y los marcos de exclusión, encuentran sentido, propósito y legitimidad, a raíz de lo cual cabría pensar que “el mundo sería más pacífico si fuéramos todos ateos” (Saramago, Buenos Aires, Revista de Cultura Ñ, edición 269). Entonces, es en la política donde se localizan las consecuencias negativas más importantes de las religiones.
La solución del problema – parcial, difícil y básicamente occidental –, podría encontrarse en la separación entre las esferas de Estado y la religión, el respeto a la libertad religiosa y de conciencia, y la afirmación jurídica de la igualdad entre las religiones. No en el ateísmo, que, probado por algunos Estados, no produjo lideratos más misericordiosos.
Ciencia y lectura religiosa del universo físico.
Por otra parte, la relación entre ciencia y religión no tiene una forma antagónica radical y permanente como podría inferirse a partir del punto de vista de John Dupré y su razón atea de la biología (Dupré, “El legado de Darwin”). Pues el monoteísmo creó las condiciones de posibilidad para un tipo de pensamiento científico acerca de la realidad física del mundo, a partir de la razón religiosa del cosmos.
El Antiguo Testamento produce una desclasificació n parcial de la realidad como zona de la potencia sagrada y campo de fenómenos regidos por fuerzas de tipo espiritual. La ética permanece entonces incluida en el dominio sobrenatural, pero los astros (dioses para los paganos) son “lumbreras” que marcan las estaciones y los ciclos productivos, en última instancia los datos más relevantes para la economía agraria.
La naturaleza de nuestro planeta (que por entonces, no era un “planeta”), queda delegada por el Creador al señorío de los humanos. La idolatría como el animismo, quedan clasificados en la zona del mal; con lo cual la desclasificació n parcial del cosmos como sistema religioso tiene también consecuencias políticas, porque justifica las guerras “culturales”. Así la naturaleza adquiere, por vía de hecho, una autonomía funcional que permitiría estudiarla fuera de la religión, gracias al libro que constituye la raíz de la religión monoteísta de Occidente. La realidad percibida como un grandioso cosmos expresa la magnificencia del Creador, concepto que está claro en los Salmos.
Sin embargo en el contexto cristiano el tema de la ciencia dio lugar a contradicciones desde los albores de la Modernidad en el ambiente europeo y norteamericano, contradicciones que reflejaban de algún modo las que existían entre el escolasticismo y el utilitarismo. En el siglo XVII, el puritanismo inglés apoyó el avance de las ciencias que estudiaban la naturaleza en forma sistemática, racional y empírica, para glorificar al Creador en sus obras y “aliviar el estado del hombre”(Merton, “Teoría y estructura sociales”, 1949).
Sin dudas el trasfondo era un mundo supuestamente corrompido por el misterio de la Caída. Estos puritanos fundaron la Royal Society , la primera sociedad científica, con sede en Londres. Quizás algunos de ellos hayan sido deístas que se encuadraban a sí mismos en el sistema de valores puritanos, pero no dejaban de estar imbuidos de creencias religiosas y de buscar “los caminos de la ciencia hacia Dios”.
No dejaría de ser esto un modo de percepción de la realidad afín con la que expresan los Salmos acerca de la magnificencia del Creador expuesta por medio de su obra ante el entendimiento de las personas. En Francia y Alemania, unos fenómenos culturales parecidos ponían de manifiesto la convergencia sobre el punto de vista racionalista y práctico-utilitarist a, al mismo tiempo que una oposición a la herencia del bagaje intelectual basado en Aristóteles y construido como el gran edificio de la escolástica.+ (PE)
(*) El autor es doctor en Sociología. Miembro fundador del CALIR, Consejo Argentino para la Libertad Religiosa. Fue asesor de la Secretaría de Culto entre 1999-2001. Miembro de RELEP, Red Latinoamericana de Estudios Pentecostales, y ACSRMS, Asociación de Cientistas Sociales de la Religión en el Mercosur.
Publicado el 09/02/05 Nro 7837 Ecu-press.

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