DECLARACION DE LA FEDERACIÓN ARGENTINA DE IGLESIAS EVANGÉLICAS SOBRE LA PENA DE MUERTE.
“Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos e hijas del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen?” Evangelio según san Mateo 5, 43-46ª
Con una profunda preocupación pastoral, los miembros de la Junta Directiva de la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas queremos aportar nuestra voz, reflexión y compromiso al debate que se ha instalado en nuestra sociedad con relación al tema de la pena de muerte. Reconocemos el derecho de toda persona y grupo a vivir en seguridad y gozar de la vida sin temores ni amenazas y estamos convencidos que la inseguridad exige una respuesta que supere soluciones simples y considere la complejidad del tema. Indudablemente la falta de acceso a una vida digna, fuentes de educación y trabajo, también es violencia e inseguridad.
Compartimos con todas y todos ustedes algunas razones que nos llevan a oponernos profundamente a la introducción de la pena de muerte en nuestro sistema de justicia y de convivencia.
La pena de muerte es incompatible con el Espíritu de Jesús de Nazaret tal como lo encontramos en los Evangelios y con nuestro compromiso con la paz, la vida y la ética del amor que busca la justicia. Dignidad de las personas, seguridad y justicia no son incompatibles. Nuestra voz siempre reclamara justicia y jamás venganza. El amor evangélico supera el criterio de ojo por ojo y diente por diente y rechazamos la reparación del daño y la violencia con más daño y más violencia. La ética del amor nos lleva siempre a renovar nuestra esperanza y convicción que la redención y la rehabilitación son posibles.
Tenemos la certeza que la pena de muerte no es una acertada respuesta a la inseguridad, porque no estamos solamente frente a un problema policial, sino que estamos frente a un problema profundamente social que exige respuestas sociales de diversa índole. La propuesta de la pena capital asume el argumento que los criminales realizarían una operación racional sobre el costo-beneficio antes de cometer una acto de violencia. Esa actitud es invisibilizar y desconocer que muchos de los crímenes se ejecutan bajo fuertes pasiones y la influencia de drogas y el alcohol.
La pena de muerte es siempre producto de inequidades. Las estadísticas y la experiencia que surge de aquellos países que aún la aplican muestran que en definitiva son los pobres, los excluidos y los marginados los que mayormente sufren estas condenas.
La pena de muerte es un método abierto a errores irremediables. Teniendo en cuenta la situación de la justicia en nuestro país tememos mucho sobre la equidad y transparencia en la aplicación de esta condena.
La pena de muerte ignora las responsabilidades sociales y comunitarias que subyacen a muchas situaciones de inseguridad y cierra la posibilidad de un debate franco y honesto. Indudablemente reconocemos la responsabilidad individual pero ese reconocimiento no disminuye la responsabilidad gubernamental y social y de todas las comunidades de fe, de enfrentar los factores profundos sobre los que debemos actuar para cambiar comportamientos y realidades.
La pena de muerte perpetua el concepto de venganza enmascarado en el ropaje de reparación y justicia. Nos oponemos a que el estado se transforme en un instrumento de venganzas personales.
La pena de muerte ignora totalmente el concepto de rehabilitación. Como cristianos y cristianas comprometidos con nuestros fundamentos de fe, siempre tenemos esperanza en la redención y en la conversión de toda persona. Todo método que cierre esta posibilidad al arrepentimiento no puede ser parte de nuestras propuestas que buscan seguridad con justicia, arrepentimiento y perdón.
Buenos Aires, 11 de marzo 2009.
En nombre de la Junta Directiva de la FAIE,
“Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos e hijas del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen?” Evangelio según san Mateo 5, 43-46ª
Con una profunda preocupación pastoral, los miembros de la Junta Directiva de la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas queremos aportar nuestra voz, reflexión y compromiso al debate que se ha instalado en nuestra sociedad con relación al tema de la pena de muerte. Reconocemos el derecho de toda persona y grupo a vivir en seguridad y gozar de la vida sin temores ni amenazas y estamos convencidos que la inseguridad exige una respuesta que supere soluciones simples y considere la complejidad del tema. Indudablemente la falta de acceso a una vida digna, fuentes de educación y trabajo, también es violencia e inseguridad.
Compartimos con todas y todos ustedes algunas razones que nos llevan a oponernos profundamente a la introducción de la pena de muerte en nuestro sistema de justicia y de convivencia.
La pena de muerte es incompatible con el Espíritu de Jesús de Nazaret tal como lo encontramos en los Evangelios y con nuestro compromiso con la paz, la vida y la ética del amor que busca la justicia. Dignidad de las personas, seguridad y justicia no son incompatibles. Nuestra voz siempre reclamara justicia y jamás venganza. El amor evangélico supera el criterio de ojo por ojo y diente por diente y rechazamos la reparación del daño y la violencia con más daño y más violencia. La ética del amor nos lleva siempre a renovar nuestra esperanza y convicción que la redención y la rehabilitación son posibles.
Tenemos la certeza que la pena de muerte no es una acertada respuesta a la inseguridad, porque no estamos solamente frente a un problema policial, sino que estamos frente a un problema profundamente social que exige respuestas sociales de diversa índole. La propuesta de la pena capital asume el argumento que los criminales realizarían una operación racional sobre el costo-beneficio antes de cometer una acto de violencia. Esa actitud es invisibilizar y desconocer que muchos de los crímenes se ejecutan bajo fuertes pasiones y la influencia de drogas y el alcohol.
La pena de muerte es siempre producto de inequidades. Las estadísticas y la experiencia que surge de aquellos países que aún la aplican muestran que en definitiva son los pobres, los excluidos y los marginados los que mayormente sufren estas condenas.
La pena de muerte es un método abierto a errores irremediables. Teniendo en cuenta la situación de la justicia en nuestro país tememos mucho sobre la equidad y transparencia en la aplicación de esta condena.
La pena de muerte ignora las responsabilidades sociales y comunitarias que subyacen a muchas situaciones de inseguridad y cierra la posibilidad de un debate franco y honesto. Indudablemente reconocemos la responsabilidad individual pero ese reconocimiento no disminuye la responsabilidad gubernamental y social y de todas las comunidades de fe, de enfrentar los factores profundos sobre los que debemos actuar para cambiar comportamientos y realidades.
La pena de muerte perpetua el concepto de venganza enmascarado en el ropaje de reparación y justicia. Nos oponemos a que el estado se transforme en un instrumento de venganzas personales.
La pena de muerte ignora totalmente el concepto de rehabilitación. Como cristianos y cristianas comprometidos con nuestros fundamentos de fe, siempre tenemos esperanza en la redención y en la conversión de toda persona. Todo método que cierre esta posibilidad al arrepentimiento no puede ser parte de nuestras propuestas que buscan seguridad con justicia, arrepentimiento y perdón.
Buenos Aires, 11 de marzo 2009.
En nombre de la Junta Directiva de la FAIE,
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